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El minuto de silencio
Nos están matando, todos los días, de todas las formas imaginables e inimaginables posibles, alrededor de todo el mundo, por el hecho de ser mujeres. Las instituciones no nos protegen, los jueces nos ningunean y nos quitan legitimidad, las leyes son aplicadas por el gobierno de la testosterona, los políticos utilizan bonitas palabras en prensa para recabar nuestros votos y mientras, entre bambalinas, se descojonan y chismorrean sobre la mejor forma de llevarse a una tía a la cama. Conversaciones de vestuario, cositas sin importancia.
¡Exagerada! ¡Que ves machismo donde no lo hay! ¡Que sacas las cosas de quicio!
Exagerado es que el mundo siga girando y más de la mitad de la población no valga una mierda en opinión de esos que nos gobiernan, de esos que se llenan la boca hablando de igualdad y luego tapan la boca de la compañera de al lado.
Nos matan.
Y como respuesta, nos encontramos a las instituciones y a sus institucionalizados en las puertas de parlamentos, asambleas y ayuntamientos echando el ratito, una paradita en la mañana, para conmemorar a la víctima del día. Un minutito de silencio, unos aplausos fúnebres, me limpio la conciencia, le digo al de al lado “hay que ver, cuándo acabará esto”, me contesta “qué disparate, cómo se puede llegar a matar a una persona”, resoplo, miro al cielo con gesto de desesperación y me subo al despacho a seguir currando.
Las mujeres no necesitamos que nos lloren cuando nos matan,
no nos soluciona absolutamente nada que cuatro encorbatados salgan de sus cuevas un minutito de relax a sentirse un “pelín” culpables por “no haber podido” hacer nada. Necesitamos que no nos maten, que no nos maltraten, que no nos minusvaloren, que no nos sean condescendientes, y que no nos den explicaciones de mierda de por qué las leyes no se cumplen y los jueces se pasan por sus escrotos nuestros testimonios.
Pasa que cuanto más tenemos que chillar, reclamar, llorar a voz en grito y cagarnos en todo, obligar a las instituciones a que actúen, a que el sistema nos proteja, pasa que cuando tenemos que hacer todo eso, el sistema manda callar. CALLAR. No molestes, calla “por respeto” a la víctima (¿El mundo al revés?). Y mientras callamos, los políticos se frotan las manos de ver lo dócil que es el pueblo, lo civilizados que estamos, lo mansos que somos, tan educados y pintados… Pasa que estamos absorbidos por un modo de vida absurdo y sin sentido, fuera de toda lógica. Y es otra forma de implantar el patriarcado, esta vez, desde lo más alto: nuestros representantes directos, concejales y diputados regionales y estatales.
Se puede resumir de otra forma: cuando una mujer es asesinada, nuestros representantes se callan. Y nos echan la foto. Y mañana salimos en portada con un titular súper guay.
Me niego. No trago más. Necesitamos explotar. No estaré en un minuto de silencio por el asesinato a una mujer nunca más. Me pondré enfrente, sacaré un cartel, algo haré. Ya se me ocurrirá… O se nos ocurrirá. A todas. Sesenta segundos es mucho mientras en la calle nos siguen matando.